La relevancia del gusto

Curiosidades del Mundo del Vino

La relevancia del gusto

Ruth de Andrés | 11 enero, 2023

 En alguna ocasión os hemos comentado la famosa escala de 100 puntos, institucionalizada por Robert Parker y abrazada primero por el gran público y luego por críticos de todo el mundo. El debate que suscitaba entre detractores y seguidores se ha ido diluyendo a lo largo de los años a medida que este sistema de … Continúa leyendo La relevancia del gusto

 

En alguna ocasión os hemos comentado la famosa escala de 100 puntos, institucionalizada por Robert Parker y abrazada primero por el gran público y luego por críticos de todo el mundo. El debate que suscitaba entre detractores y seguidores se ha ido diluyendo a lo largo de los años a medida que este sistema de puntuación se ha hecho más popular hasta aniquilar a su competencia. Su prevalencia es ya incuestionable.

Este sistema de puntuación trae aparejada una peculiar forma de describir los vinos, que también se ha universalizado, y que consiste en aplicar adjetivos frutales y florales, principalmente. También muy criticado por parecer más una macedonia que una botella de vino. Lo cierto es que en esta tesitura estamos ahora mismo. 

 

Los orígenes

 

Si escarbamos un poco en el por qué, en el cómo y en cuándo, nos daremos cuenta de la táctica eminentemente práctica que entrañaba este sistema. Vamos a buscar sus orígenes. Tanto la escala sobre 100 como el vocabulario afrutado y florido fue un intento de democratizar el vino y hacerlo accesible a aquellos que querían saber más sobre la cultura del vino. Pongámonos en situación. En los años 80 el consumo de vino de calidad despuntaba en muchos países desarrollados. Esto es especialmente aplicable a Estados Unidos, que por aquel entonces despuntaba en el consumo de vinos de calidad. Un ejército de nuevos consumidores, ávidos de información y con las papilas dispuestas para la aventura, demandaban información objetiva y sobre todo útil. Una guía que les ayudara a discernir lo que era bueno de malo. Que les ayudara a comprar en aquel mar de etiquetas, confusas y repetitivas. Así nació el sistema de puntuación sobre 100 y así nacieron las notas de cata, tal y como las conocemos hoy en día.

Hay que decir que a la vista de los resultados la estrategia funcionó. A día de hoy, Estados Unidos tiene el honroso y merecedor primer puesto en consumo de vinos. Y mal que les pese a muchos (y de vez en cuando nos incluimos en ese grupo), este sistema ha tenido algo que ver. Quizás no tanto como pregonan sus seguidores, pero desde luego ha tenido su papel.

 

29

 

¿Siguen siendo válidas estas notas?

 

Como os decíamos, esto ha sido muy válido y una revolución en los 80… pero, en 2022 ¿sigue siendo útil? La intención fue ayudar al consumidor a elegir mejor. Se trataba de saber algo sobre el vino antes de comprarlo. Estas descripciones de frutas, flores y algunas especias podían ayudar al consumidor a tomar sus decisiones, de ayudarle en la decisión de compra. Recordad que compráis una botella, sin posibilidad de probarla antes. Toda la información está en la etiqueta… o viene de una recomendación. Si este recomendador es profesional y objetivo es sin duda de gran ayuda. Así de sencillo. Esta era su gran pretensión.

Pero ya casi nadie está seguro de que siga siendo práctico. Casi todos estamos de acuerdo que muchas de estas descripciones son indescifrables y suenan presuntuosas. Nosotros mismos nos esforzamos por describir el vino de una manera diferente: más práctica, menos snob, más clara. Ahora que el vino se ha convertido en una parte más importante de la cultura estadounidense y europea (porque también nosotros bebemos mejor que bebíamos), la duda es si esa lista de adjetivos ayuda o perjudica al consumidor a entender lo que está comprando. 

 

La gran quimera: El gusto es subjetivo

 

El gusto es subjetivo. Aquí la perogrullada, diréis vosotros con razón, pero que da lugar a todo este debate. Nuestros gustos se forjan a través de nuestra cultura, nuestra educación y nuestra genética. Las expectativas y los prejuicios determinan nuestro gusto. por ejemplo: 

  • Victoria Beckham y su aversión a nuestro querido ajo, es un buen ejemplo cultural.
  • Como lo son el olor de nuestro verano de la infancia: ¿mar o montaña? Lo que sea te tocará esa fibra sensible que hará que te inclines a un lado o a otro. Y que recuerdes intensa y cariñosamente un olor, un sabor, una sensación. 
  • Pero también nuestros genes tienen algo que decir. Por ejemplo, la forma en que sentimos el amargor depende de un gen del receptor llamado TAS2R38. Que siempre hemos pensado que los italianos debe tener adormilado (amaretto, café, amaretti, maraschino, vermut…)

 

31

 

Dentro de esta complejidad, damos por sentado erróneamente que todo el mundo sabe de que hablamos cuando describimos un olor o un sabor. Y no. Queridos muchos no han olido una grosella verde. O no se han fijado. O no lo tienen memorizado. O el membrillo. O la madreselva. O la nuez moscada. O la pimienta rosa.

Tampoco nos malinterpretéis. Diciendo que el gusto es subjetivo no damos carta blanca a todas las opiniones. No todo vale. Hay vinos buenos y malos. Nos guste o no.  Por ejemplo, por muy buen recuerdo que tengas del calimocho que bebías en tus años universitarios, aquello era con toda seguridad un vino malo.

 

Consensuemos: el contexto es el contexto

 

Pero sí que estamos de acuerdo en que hay que buscar un lenguaje consensuado que nos ayude a todos a entender de que estamos hablando. La discusión es sobre los términos. No sobre la necesidad de conversar y debatir en torno al gusto. ¿Siguen valiéndonos? o se han vuelto tediosos, repetitivos y soporíferos? Esto se lo hemos copiado al famoso crítico inglés J. Jefford.

Este crítico inglés aconseja usar máximo 12 descriptores. Y dice algo que nos ha gustado mucho y que es verdad. y es que esas descripciones ni de lejos, evocan la excitación que en nuestros sentidos provoca beber un vino. Pues es verdad, Sr. Jefford. Esas descripciones manidas e ininteligibles no nos provocan emoción. Más bien aburrimiento. No nos acercan. Nos provocan rechazo. 

Hay críticos, como él, que abogan por usar por palabras más sencillas: salado, dulce, ácido, potente, tánico, aromático. Sin dar mayores explicaciones.

Pero los más radicales dicen que hay que romper con eso y cambiar el mensaje. Hablemos de vino. Pero no así. Usa ese espacio, tus 140 caracteres y explica cosas. Más importantes. Menos vacías. Cíñete a los hechos. Y con eso construye tu mensaje. Un mensaje que sirva, que sea útil, que ayude en la experiencia de compra. Como quizás hace 30 años lo eran las descripciones de cata.

Estos críticos hablan de paisajes, de terroir, de productores, de uvas, incluso de suelos. Quizás la clave de todo sea el contexto. 

Contextuar el vino significa hablar de quien lo hizo y por qué, cómo se articula dentro de una región y de un paisaje. Como es esa uva, qué podemos esperar de ella. Hablar sobre su elaboración y cómo esta influye en las características del vino. Todo eso que no aparece en una cata de vinos pero que sin embargo es lo que le da sentido y configura su apariencia. 

 

30

 

Pero no olvides disfrutar

Contextuar el vino sí nos puede ayudar a entenderlo. Y al entenderlo, apreciarlo y disfrutarlo más. Atrévete a emocionar. Como lo hace el vino.

Y acabamos con un concepto que nos ha encantado: la idea no es provocar dependencia, sino inspirar aventuras.   

 

También te recomendamos…

Decodificando una nota de cata

El precio del vino: desmontando mitos

Tapón de rosca: ¿por qué no?

 

No olvides dejarnos tus comentarios si tienes cualquier duda, consulta o incluso si nos quieres proponer algún tema para que tratemos en nuestro blog o en nuestro canal de Youtube.

2 comentarios en “La relevancia del gusto”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.