Aguja del Fraile

Cata:
Alguna vez os hablamos de los vinos de sed. Pues esto es. Fijaos en su color, así como desvaído. Nos encanta. Ya te da un anticipo de lo que va a ser. Un vino que se bebe solo, que diría algún antiguo. Lo fácil es a veces lo más difícil. Y este es el mejor ejemplo. Es un vino muy complicado a pesar de su aparente sencillez. Dadle tiempo. Cuando lo hueles, lo confirmas: el olor es muy fino, muy mineral, y súper fresco. Nos recuerda al tomillo y al orégano y a unas bayas salvajes, frescas. En boca es una explosión: laaaaaargo pero fresco. Lo más visual: un vino vertical. Con recorrido, pero no pesado. Brillante, saltarín, elegante y delicioso.

Con qué disfrutarlo:
Nosotros lo tomamos con cosas así modernitas: desde un rompedor sushi (que sea pescado no está abocado al blanco irremediablemente) a comida asiática con toques picantes y muy especiados. Guisos suaves, quizá de carnes blancas, y algunos pescados al horno, sobre todo los más grasos o con toques picantes. El colmo de la modernidad: un señor cocido. Nada como algo fresco y explosivo para hacerle frente al cerdo y sus andares, los garbanzos y el repollo.