Rudy Kurniawan: el mayor fraude de vino

Curiosidades del Mundo del Vino

Rudy Kurniawan: el mayor fraude de vino

Ruth de Andrés | 18 enero, 2017

Rudy tiene aspecto de no haber roto un plato en su vida. Una cara simpática y una apariencia juvenil que, sin embargo, han sido la pesadilla de muchos coleccionistas de vino. Sin embargo, es el autor del mayor fraude en coleccionismo de vino que se haya conocido. Te lo explicamos aquí.

 

Rudy tiene aspecto de no haber roto un plato en su vida. Una cara simpática y una apariencia juvenil que, sin embargo, han sido la pesadilla de muchos coleccionistas de vino. Os contamos esta historia policíaca en 3 capítulos breves.

 

Del origen de Rudy

Él nació en Singapur hace 40 años y estudio en una universidad californiana. No había nada sospechoso en su comportamiento excepto un creciente interés en los vinos caros y difíciles de encontrar. Si es que eso se pudiera considerar sospechoso. Poco a poco, Rudy fue entrando en esos círculos cerrados de compradores y coleccionistas de vinos. No de vinos cualquiera. De vinos realmente caros, casi imposibles de localizar. Vinos que la gente persigue a lo largo y ancho de este mundo tratando de hacerse con una sola botella.

En esos círculos, supongo que hubo gente que sospecho de él. Al fin y al cabo no era más que un recién llegado al que nadie conocía. Un jovencito aparentemente sin una fortuna que respaldara este capricho. Pero la realidad es que fue haciéndose un nombre como coleccionista y también como conseguidor de estos vinos. Porque lo que él hacía no era coleccionarlos sin más, sino que los vendía a estos círculos cerrados.

 

De cómo Rudy perpetraba su fraude

La historia es un poco burda, porque Rudy no contaba con gran tecnología ni con un grupo de secuaces que le ayudaban a cometer sus fraudes. Era algo tan vulgar como limitarse a despegar y pegar de una manera casera esas etiquetas de vinos prestigiosos con añadas viejas en su casa. Rudimentariamente pues despegaba las etiquetas sumergiendo las botellas en el fregadero de la cocina y luego sencillamente las pegaba sobre otras botellas de vino. Y las vendía a precios exorbitantes. Así de sencillo: el FBI encontró cientos de etiquetas con los nombres más prestigosos, un descorchador, una re-corchadora, un embudo. Un negocio redondo. Mejor dicho, un fraude redondo. Que quizás hubiera funcionado si no fuera porque la avaricia rompe el saco.

 

De cómo a Rudy se le acabó el pastel

Rudy empezó a estar en el punto de mira de muchos compradores y vendedores. Incluso las bodegas desconfiaban de que esas botellas antiguas fueran realmente suyas. Para que os hagáis una idea de la dimensión del fraude, en 2006 llego a vender vino en una subasta por valor de 20 millones de dólares. Uno de los primeros en darse cuenta fue precisamente una bodega, la familia Ponsot de Domaine de Ponsot. El señor Laurent Ponsot descubrió casi por casualidad botellas de Domaine Ponsot 1929. Pero su familia no embotelló hasta 1934.

Pero quizás la puntilla la puso el señor Koch. Este coleccionista millonario había comprado bastantes botellas a Rudy. Ya estaba con la mosca detrás de la oreja y empezó a investigar sus actividades y sobre todo de dónde había sacado esas botellas. Todo ello con la ayuda de un detective. Analizaron el vidrio de las botellas, las cápsulas, el pegamento y el papel con el que se habían hecho las etiquetas. Así,  llegaron a la conclusión de que ese vino era un fraude. A partir de las investigaciones de Sr. Koch, el FBI irrumpió en la casa de Rudy. En su cocina encontraron todo el material que necesitaba. Se acabó el pastel.

 

Fin de la historia

En 2014 Rudy fue juzgado y condenado a 10 años de prisión por fraude. Es el mayor fraude en el mundo del coleccionismo de vino que se haya conocido. De toda la historia, me quedo con la ingenuidad de los coleccionistas. ¡Cómo pudo Rudy llevar a cabo un plan tan simple para engañar a gente que se presupone avezada en estos asuntos! Un plan anodino que simplemente consistía en dos pasos:

  • Ganarse la confianza de los compradores, haciendo ver que era como ellos.
  • Pegar etiquetas en su cocina (si es que hasta el detalle de la cocina es vulgar).

Su historia es ahora una fantástica película, Sour Grapes, que se ha estrenado hace sólo unos meses y que os recomendamos que veáis (esta disponible en Netflix). No sólo por la historia de este personaje, sino por la descripción tan detallista que hace del curioso mundo de los coleccionistas de vino.

 

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